He llorado a mi hija como si la hubiese
perdido, como si Dios se la hubiera llevado a su lado y no la viese más, aun
lloro, esta enfermedad es dura, son noches de tormentos, de dolor al verla
sufrir, es impotencia, es rabia, es enfado y vuelvo a llorar y odiarme por no
poder hacer nada. Perdóname cariño.
Mi vida ha muerto en ilusiones por el trabajo
o demás cosas superficiales y es de la única de las cosas buena que nos ha
traído esta enfermedad, porque ahora mi vida va más lenta al ritmo que Martina
nos marca, viendo detalles, viendo milagros y dándonos lecciones de superación todos los días.
El mismo día que mi hija Martina
la diagnosticaron Rett, nació mi princesa Rett y ella me ha enseñado a no rendirme, a luchar, a
creer y ver que podemos conseguir darle un final feliz como se merecen todas
las princesas en sus cuentos.
Cuando escribo me quito la armadura tan
pesada que llevo y escribo con el alma, me cuesta mucho, me cuesta mucho porque
duele pensar todas las cosas bonitas y todos los sueños que se han ido con mi
niña.
Pero hoy tengo que hacerlo por ustedes,
por todos los que nos ayudáis, por todos los que habéis hecho de Martina
vuestra Princesa y lloráis con nosotros y lucháis, Gracias Sara por hacernos
de tu familia, por llevarnos en tu mente y en tu corazón, Gracias Pepín por
luchar a nuestro lado y darle sentido a la palabra amistad, Gracias José y Triqui
por sentir con nosotros, Gracias a los chicos de la túnica por elevar a mi niña
como lo hacen a su Virgen, Gracias Melani por existir, por llorar con nosotros
por darme la mano y tirar de mí hacia arriba. GRACIAS, GRACIAS a todos que tiráis
de este carro. No nos olvidéis no os rindáis os prometo que yo nunca lo haré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario